En esta década la pareja emprende su huida de las grandes ciudades hacia los suburbios y el campo en búsqueda de una vida más apacible (como Cary Grant construyendo junto a Mirna Loy su "casa de los sueños"). Los roles masculinos estereotipados se baten en franca retirada a favor de personajes más reales y humanos. Poco a poco los galanes rudos comienzan a extinguirse a favor de protagonistas estéticamente más bellos (Tony Curtis, Gregory Peck), salvo la excepción de galanes hermosos pero peligrosos y salvajes, en donde es el peligro el que las atrae (James Dean, Marlon Brando).
En cuanto al rol del ser mujer, en esta década se presenta una fuerte dicotomía entre la atracción erótica por diosas del amor más grandes por un lado y más pequeñas que las reales por el otro. Las amazonas y las infantiles respectivamente.
En el primer caso, las más grandes y representativas de todas las amazonas fueron Sofía Loren y Marilyn Monroe (quien filmó en esta década 23 películas). Se trataba de mujeres exuberantes, sensuales, y seductoras corporalmente, a quienes presentaban como muy inocentes e ingenuas mentalmente.
Por otra parte, lo contrario también era verdad, una nueva y exótica atracción existía en la figura aniñada, la diosa del amor más pequeña que las reales. Caroll Baker en "Baby Doll" (1956), Hayley Mills en "Tiger bay", Tuesday Weld, Susan Strassberg, y las más exitosa de todas: Audrey Herpburn. Se trataba de niñas o mujeres muy jóvenes de cuerpos delgados, algunas casi anoréxicas que habían tenido un desarrollo precoz de sus atractivos físicos, pero seguían siendo niñas.
De estos dos modelos femeninos tan opuestos, surgen similitudes extraordinarias, que nos muestran que el rol femenino está sexualizado en su inocencia. Las mujeres atraían a los hombres, pero éstas desconocían, o debían desconocer del poder que sus cuerpos les brindaban.
La amazónica Monroe en 1955 filmó "La comezón del séptimo año", con Tommy Ewell: muestra a una típica relación de pareja y familia norteamericana en donde la señora (dueña de casa) y el hijo se van de vacaciones, dejando al marido trabajando (el proveedor), expuesto a las tentaciones del cigarro, el alcohol y las mujeres (una suerte de "viudo de verano").La vecina (Monroe), se alegra de saber que es un hombre casado, ya que él no podrá pedirle matrimonio por lo que no puede pasar nada entre ellos. El matrimonio y la fidelidad son la piedra angular de la sociedad de la época. El matrimonio debe subsistir, y ambos miembros se deben mutuamente fidelidad. Entonces, no hay problemas para que ella vaya al departamento y esté con él a solas e incluso pernocte ahí. Es casado, así que nada puede pasar. Él se obsesiona con ella, y comienza a pensar en cómo podrá seducirla, de manera que ella caiga rendida a sus pies. Planea el escenario: supuestamente él iba a estar sentado al piano tocando el segundo concierto de Rachmaninoff, vestiría una fumeur rojo, tendría canas y british accent. Ella estaría vestida de dorado y ante la sugerencia del romance, no se resistiría (a lo Valentino). Sin embargo, ella como mujer es una muchacha tontamente inocente, que no le atribuye a las conductas de los varones para con ella ninguna segunda intención.
Las fantasías sexuales masculinas, se manifiestan en esta época en cierta manera no acorde con el rol masculino de la dominancia y de la actividad. Claramente él, como hombre, mantiene su dominio por sobre la mujer, pero de una manera activamente pasiva, una suerte de "ni me moví de mi escritorio". Las fantasías eróticas, consistían en que él atraía feromónicamente e inevitablemente a su secretaria, a una enfermera y a la mejor amiga de su mujer, al punto de perder todo control de sus impulsos por él, y de estar dispuestas a degradarse y humillarse, de manera de incluso desarrollar una relación de índole sádico masoquista (bastante inocente en todo caso). En estas fantasías se recurría ilustrativamente a lugares comunes y recreaciones de películas (como "De aquí a la eternidad"), lo que manifiesta cómo el séptimo arte se introduce subliminalmente en las fantasías y pensamientos del público, modelando sus conductas, relaciones y creencias entre muchas cosas.
El hombre debe asumir para sí el rol de héroe anónimo que se sacrifica por el honor suyo y de su familia. Si bien en esta película se puede hacer una lectura a favor de la infidelidad y los divorcios, por cuanto sostiene la existencia de una crisis matrimonial al séptimo año de casado que desemboca irremediablemente en una infidelidad en un 84% de los casos, salvo en el verano en que aumenta a un 91%. En realidad al dar públicamente una cifra tan alta, lejos de sembrar dudas en el público femenino por la fidelidad de su pareja, provocó una admiración por el marido, ya que éste era capaz de ir en contra de las estadísticas y de los instintos por mantenerse a su lado.
La belleza física exigida para las mujeres, el ideal de belleza femenino, es en el caso de las amazonas, el de mujeres voluptuosas y proporcionadas, bastante más rellenas que las actuales. Es así como en la célebre escena en donde Marilyn se detiene sobre la rejilla del metro y el viento provoca que su vestido se levante mostrando sus famosas piernas, sus muslos son bastante más voluminosos que los que se aprecian actualmente. El otro ideal de belleza, el de la niña con cuerpo de mujer era menos aceptado y publicitado socialmente debido a sus connotaciones pedofílicas.
Marilyn Monroe, en su papel de inocente atrapada en un cuerpo escultural, aparece en varias películas, como acontece, por ejemplo, en "Una Eva y dos Adanes" (Somebody like it hot, de Billy Wilder), en donde Jack Lemon y Tony Curtis llegan a vestirse de mujeres para unirse a una banda femenina en donde tocaba Sugar (Marilyn), y aprovechándose de las circunstancias, inician (Curtis y Monroe) un romance, sin que ella se cuestione la tendencia sexual de él (cosa que cambia por ejemplo en "Tootsie").
La infantil, pero no tan erotizada Audrey Hepburn, representa la otra imagen, la de la niña mujer. En su primera película, "La princesa que quería vivir" (1953), es una princesa que estando en Roma huye para conocer la ciudad. Se topa con Gregory Peck, un periodista que la ayuda en sus avatares de la misma manera que Gable lo hizo con la Colbert en "Sucedió una noche": le enseñó el "mundo real". Se enamoran, pero inocentemente se terminan separando, sin siquiera besarse, pues ella debe cumplir su deber de princesa. El deber y el honor están por sobre las personas individuales y sus sentimientos, es una vuelta a la década de los treinta.
En "Algo para recordar" (1957), Cary Grant es "Niccolo Ferrante", un playboy internacionalmente conocido por lujurioso que viaja en un trasatlántico hacia los Estados Unidos para casarse. Conoce a Deborah Kerr, una mujer soltera que también realiza ese viaje para casarse con un empresario. De ambos se da por supuesto que tienen experiencia sexual previa, sin embargo, el tema es tocado tangencialmente.
Se enamoran platónica e inocentemente, pero llegan a New York, en donde los esperan sus respectivos amantes comprometidos. Para no hacer algo impetuosamente y faltar con el deber, quedan de acuerdo en pensar acerca de su relación. Se dan un histórico plazo y un lugar: en un año más en la terraza del Empire State. Como no se puede ser desleal con la persona que se ama, ambos terminan su relación anterior y se la juegan por el otro, sin embargo, ella falta al compromiso por una razón de fuerza mayor (lo único que se puede oponer al amor verdadero). Ella, por amor a él no le cuenta y se sacrifica, no quería traspasarle a él la carga de una mujer inválida. Cuando él se entera de lo que le pasó a ella, la acepta tal cual, el amor está más allá de los defectos y las discapacidades físicas.
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