22 de junio de 2012

LA SEXUALIDAD EN EL CINE: 1940-1950


La segunda guerra mundial fue un evento que trascendió a todos los ámbitos de la vida norteamericana y mundial. El cine, ciertamente, no estuvo ajeno a la influencia de los eventos históricos. El hombre debía ser un héroe con las armas y en la vida, y las mujeres debían ser fuertes para apoyar a sus hombres en las cosas que ellos debían hacer.
Se produce un resurgimiento de los modelos femeninos anteriores a 1933, por un lado la mujer buena e inocente, por otro las vampiresas o las diosas.
La mujer buena y fuerte estaba perdiendo terreno y protagonismo y pasa a ser un objeto inocente de estos hombres que han vuelto de la cruda guerra. Los hombres mantienen y acentúan el estereotipo de rudos y feos, Gable y Bogart siguen siendo los dos actores más reconocidos. La mujer es un objeto de conquista para estos guerreros, un trofeo por las actividades de la guerra, o la princesa que cae rendida a los pies del caballero que la rescata.
Como los hombres debían irse por años a la guerra, dejando atrás esposas, novias, el tema de la infidelidad se torna como eje central de muchas de las películas de esta época.
En 1940 apareció "Historia de Filadelfia", en donde el padre de Katharine Hepburn ha tenido un desliz con una bailarina, y pone de manifiesto la existencia de una doble moral para hombres y mujeres, cuando dice, al ser enfrentado por la hija: "tu madre es sabia, comprende las cosas… …las esposas no se dan cuenta que los líos de sus esposos no tienen que ver con ellas".
Asimismo, en esta época se empieza a hablar, de manera solapada, de otras posibilidades al matrimonio monogámico, se habla de la separación, o de la convivencia.
Katharine Herpburn representa un papel de una mujer que más que ser una amante esposa, es una diosa, una reina o una alta sacerdotisa a la que hay que reverenciar. Sin embargo, a fin de cuentas se trata simplemente de una mujer, por lo que se da cuenta de que ha estado en una posición equivocada, que quiere vivir la vida de manera más excitante, que quiere mostrar sus sentimientos. "No quiero ser adorada, quiero ser amada".
La segunda versión de "Sangre y arena" (1941), plasma el resurgir de la eterna contienda: inocencia versus vampirismo.
Por una parte está Linda Darnell, cariñosa, tímida y religiosa, mujer enamorada de Juan desde la infancia y cuando éste era un desconocido. Por otra parte está Rita Hayworth ("Doña Sol"), una mujer muy sensual y desinhibida, progresista y voluble, que decide conquistar y dominar a Juan, el más valiente y mejor torero de España (el más macho), cosa que realiza inescrupulosamente, a pesar de que sabe que se trata de un hombre casado.
Sin embargo, lejos de ser culpado el marido o la amante por la situación, sí lo es la esposa, abiertamente la culpan: "va a otra mujer porque su propia mujer no es nada. Si al menos le diera un hijo o dos". Así y todo, Carmen, la abnegada esposa lo defiende más allá de cualquier atisbo de amor propio: "digan lo que quieran de mí, pero no quiero oír ni una palabra en contra de Juan". El mensaje es claro: tu marido o novio va a ir a la guerra, o al trabajo, y puede que conozca a otras, pero te será fiel sólo si tú le das lo que él quiere o necesita.
La imagen de la mujer debe de estar en uno de los puntos más bajos de la historia del cine cuando la madre de Juan le pregunta a Carmen (su nuera) a quién le reza cuando él está en el ruedo y Carmen le responde que a la Virgen. Entonces la madre sentencia: "La virgen no es más que una mujer… y las mujeres pueden hacer tan poco, ahora le rezo a un Dios hombre… Jesús".
La mujer buena, debe ser capaz de darlo todo por su hombre, incluso debe ser capaz de rebajarse por él. Es así como Carmen toma la decisión de ir a pedirle a doña Sol que le devuelva al marido, se humilla diciéndole que es una mujer simple, y que él es el único hombre que ha tenido, a diferencia de ella, que puede tener al que quiera. Doña Sol camina hasta una puerta y dice "¡Ája toro!" mientras golpea con un pie el piso, y en ese momento Juan simulando un toro se acerca, mientras ella le hace un pase. Se detienen y se besan delante de la esposa. Rita Hayworth había dominado al torero. La vampiresa debe de hacer gala de su triunfo.
A pesar de eso, la esposa fiel, ama incondicionalmente a su marido pese a la infidelidad, y cuando aquel es abandonado por su amante y decide volver con su esposa, ella lo acepta inmediatamente de vuelta, pero muere en el ruedo instantes después. La fatalidad es el sino de los grandes amores.
Juan Gallardo representa una figura clásica de la tragedia, un hombre destinado a ser destruido en un conflicto entre el amor y la lujuria.
Rita Hayworth continuó con su fama de femme fatal en "Gilda" (1946), con Glenn Ford, en donde eran un par de ex amantes que se encontraban cuando Johnny Farrell (Ford) es contratado por el propietario de un cabaret y actual esposo de Gilda.
Al fallecimiento del marido, Johnny se casa con Gilda, pero para mal de ella, él no consuma el matrimonio y rehusa a hacerlo como manera de castigarla y vengarse por todo lo que le fue infiel a su marido fallecido. Además, toma toda una serie de medidas gangsteriles para asegurarse que no le sea infiel con ningún hombre por más que lo intente. Al carecer de una contraparte femenina más sumisa, Gilda debe ser domada.
Aclamada como la mejor película del siglo, "Casablanca" (1942), nos muestra a Bogart en su papel más conocido, "Rick" el apátrida dueño de un bar en Casablanca en los inicios de la segunda guerra mundial, en donde se reencuentra con Ilsa, un antiguo amor.
Rick, de acuerdo con el prefecto Renault "es la clase de hombre que si yo fuera mujer y lo conociera, me enamoraría".
Rick e Ilsa se reencuentran de noche en el bar, y ella le explica por qué lo tuvo que abandonar. Se presenta nuevamente el triángulo amoroso en donde al menos uno de los protagonistas debe elegir entre el amor y el deber. Ilsa en su momento eligió el deber. Ahora, en cambio, está un tanto arrepentida y dispuesta a rehacer su elección y optar por el amor e irse con Rick, sin embargo éste, conociendo la importancia del marido para la causa aliada, y lo relevante que para él es el apoyo de Ilsa; decide por ella: "el deber". Le da los pasajes: "Ahora puede que no te arrepientas, pero créeme, algún día te arrepentirás de no haber subido a ese avión", y ella acepta la decisión de Rick. Se irá en el avión con su marido y dará lugar a otra escena célebre cuando los dos varones que restan en tierra, Renault y Rick, celebrarán el comienzo de una larga amistad.

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