Como todas las conductas, la sexualidad puede llegar a niveles obsesivos y compulsivos extremos e interferir con la vida cotidiana. Estas conductas fueron nominadas de diferente manera en las diferentes épocas: hipersexualidad, erotomanía, ninfomanía, satiriasis y ahora adicciones sexuales y comportamiento sexual compulsivo. Pero tendríamos que diferenciar las conductas parafílicas de las no parafílicas.
Siempre debemos pensar que en ciertas épocas de la vida hay una cierta "obsesión" con el sexo, especialmente en la adolescencia o en las etapas de apasionamiento. Distinto es cuando alguien dice "que tiene necesidad compulsiva de tener sexo", sin importarle si la otra persona lo desea y que se convierte en algo irrefrenable, interfiriendo en la vida diaria, incluso con conductas asociales, casi como una adicción. Esto es lo que lo convierte en algo compulsivo: no puede haber freno, ni se tienen en cuenta las necesidades o posibilidades del otro, o cuando una conducta a solas, por ejemplo, la masturbación, debe hacerse de una manera imperiosa, mecánica, ritualista. Este hecho es algo que caracteriza frecuentemente la conducta del obsesivo: los rituales. Deben hacerlo siempre de la misma manera, con la misma secuencia, con esto creen que neutralizan la angustia, pero sólo logra volver a depender del ritual y así se sigue manteniendo el síntoma. La secuencia es: para no angustiarme debo practicar el sexo de tal manera y eso me calmará cada vez que la angustia reaparecerá. Pero como el ritual no logra cambiar el estado angustioso de base, éste aparece con el consiguiente ritual habitual.
Generalmente los tratamientos se basan en una combinación de psicoterapias y psicofármacos. Algunos han propugnado el uso de antiandrógenos especialmente en algunas parafilias. Esto sigue siendo objeto de controversia. Los fármacos más usados son la clorimipramina (antidepresivo tricíclico) o los ISRS como agentes recaptadores de la serotonina (fluoxetina, paroxetina, sertralina). En algunos casos refractarios los ISRS se han combinado con risperidona (antipsicótico atípico) con resultados alentadores. Todo ello debe combinarse con técnicas psicoterapéuticas, preferentemente de tipo comportamentales o cognitivas como las que suelen implementar los terapeutas sexuales. La medicación, es obvio, la debe manejar un psiquiatra, sea o no sexólogo.
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