El vaginismo es un problema sexual que causa mucha angustia a la pareja. Cuando acude a consulta está desconcertada y no entiende qué está pasando. Una adecuada información ayuda y tranquiliza, creando una buena base para el tratamiento.
Llamamos vaginismo a la imposibilidad o extrema dificultad para conseguir la penetración vaginal, debido a la contracción de los músculos que rodean la entrada de la vagina. El espasmo es una respuesta involuntaria que muchas mujeres no reconocen, sufren sus consecuencias, pero no saben por qué ocurre. Cuando una mujer se excita sexualmente experimenta una relajación de los músculos vaginales. En el vaginismo, sin embargo, la contractura muscular es tal que impide la penetración.
Parece ser que se produce una asociación de la penetración vaginal con la sensación de peligro; es como si el sistema defensivo estuviera en extremo activado, de manera que cualquier intento de penetración produce esta respuesta refleja. En muchas ocasiones no tiene una fácil explicación para la mujer que lo padece, debido a que en el momento actual su deseo y sus ideas se dirigen a tener una relación coital plena y satisfactoria. Sin embargo, es como si existiera una orden programada, un sistema de alarma activado que la mujer no puede controlar. La interiorización de los mandatos materno y paterno y el seguimiento a rajatabla de los convencionalismos sociales en materia sexual pueden provocar desajustes entre lo que se desea y lo que uno es capaz de hacer. Además, los rápidos cambios en las costumbres sexuales han llevado a que no exista una concordancia entre lo que se hace y lo que se admite que se hace, en especial en la adolescencia y la juventud. Esta disociación puede crear confusión e inseguridad en el desempeño sexual y tener como resultado una respuesta desadaptada como lo es el vaginismo.
Algunas mujeres empiezan a notar que algo pasa en la penetración cuando en la menstruación intentan ponerse un tampón y se dan cuenta de que no lo consiguen. Eso no quiere decir que todas las mujeres que tienen dificultad en ponerse un tampón higiénico vayan a tener problemas en sus relaciones sexuales, pero si esa dificultad va acompañada de ideas irracionales sobre la penetración, angustia y miedo, puede ser un indicador a considerar. El vaginismo lo padecen entre un 2% y un 4% de las mujeres y comprende aproximadamente un 10% de los problemas sexuales.
Las mujeres que presentan este trastorno sienten una gran ansiedad ante la idea de introducirse algún objeto en la vagina, ni siquiera pueden intentarlo con un dedo o un tampón. De esta forma se va desarrollando una especie de miedo a la penetración vaginal y se presume que será dolorosa. Cualquier intento de penetración las pone tensas, parece que tuvieran una hipersensibilidad a la distensión vaginal. Esta tensión produce una respuesta que tiene tres signos típicos: arqueamiento de la espalda (lordosis), cierre de piernas (contracción de los músculos abductores de los muslos) y espasmos involuntarios de los músculos que rodean la vagina. En estas circunstancias la penetración es muy difícil. Si la mujer está tumbada de espaldas, tal como suele ser habitual en los primeros intentos de penetración, la entrada de la vagina queda en una posición no adecuada. Unido a esto, la tensión en los muslos impulsa a la mujer a cerrar las piernas, le sigue un movimiento de retirada, de ir arrastrándose hacía atrás, que dejan al hombre paralizado ante una negación física tan contundente, aunque de la boca de ella salga un sí.
Los intentos de exploración ginecológica también producen el mismo efecto. La mujer que es tratada no puede ser reconocida porque su fobia lo impide. En algunos casos el especialista que no ha conseguido introducir el espéculo puede recomendar un examen bajo anestesia. Como es de esperar, no se encuentra nada anormal en la exploración porque la contracción no se produce debido a que la mujer se halla inconsciente. Mientras la mujer está dormida se realiza una dilatación introduciendo tallos de Hegar o cualquier otro instrumento. Cuando despierta se le tranquiliza, explicándole la intervención y diciéndole que a partir de ahora no habrá ningún problema. Sin embargo, este procedimiento no ofrece ningún resultado porque la mujer sigue mostrando la misma resistencia cuando está consciente. No recomendamos este protocolo, puesto que no es útil para descartar anomalías físicas y, además, el vaginismo cuenta con claves bastante fiables para que el especialista pueda hacer un diagnóstico sobre una base positiva sin recurrir a otras pruebas y mucho menos a intervenciones agresivas que nada nos aportan. El respeto al cuerpo debe ser siempre tenido en cuenta, en especial en las mujeres que consultan por este problema.
En terapia sexual, sobre todo en los casos de vaginismo, es muy importante la labor educativa. Estas mujeres tienen un gran desconocimiento de su cuerpo y del cuerpo del otro, especialmente de los genitales. Además, la estricta censura de la sexualidad femenina ha contribuido a la falta de normalización en el habla coloquial de sus zonas erógenas. Cuando el término pene nos resultaba bastante habitual, el de vulva no lo era tanto. Y todavía se suelen utilizar eufemismos o apelativos despectivos para referirse a esta parte del cuerpo. Ante esta escasa o nula educación sexual, la percepción de los propios genitales puede estar distorsionada. La gran mayoría de mujeres que sufren vaginismo tienen la impresión de que su vagina es muy pequeña y su entrada muy estrecha, por lo que es muy difícil que el pene pueda entrar. También piensan que la vagina está cerrada por el himen. La idea sobre esta membrana es muy confusa, aun en mujeres con una formación universitaria y a pesar de la profusión de libros explicativos. El himen no cierra la vagina de la mujer y no recubre nada. No es más que la entrada de la vagina que termina en una membrana. Algunas personas tienen muy presente la idea de que algo se tiene que romper, creen que el himen se encuentra en el canal vaginal. Estas creencias sobre el himen se han encontrado en cursos de postgrado de formación en sexología, donde los estudiantes son licenciados en medicina y psicología. Esto corrobora la escasa información sobre sexualidad femenina. El himen es la membrana que se encuentra en la entrada de la vagina. A propósito de tan insignificante membrana se ha creado multitud de literatura, con no pocas imprecisiones. En primer lugar, no es como una tela que se tenga que romper, sencillamente está en la entrada de la vagina. En algunas mujeres, con las primeras penetraciones la entrada se hace un poco más grande y a veces esto produce un pequeño corte en la membrana y puede salir un poco de sangre; pero la vagina no está sellada, por ella salen el flujo menstrual y otras secreciones. Tampoco el himen está dentro de la vagina, como una especie de pared. No es más que el repliegue de la entrada.
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