Se ha escrito mucho sobre las emociones y hábitos sexuales de la mujer, pero muy poco, comparativamente, acerca del varón. Esto no es sorprendente dado que, desde el punto de vista de la psicología y la estructura física, la mujer es, por mucho, el más interesante y complejo de los sexos. El hombre, en cambio, es una máquina sexual relativamente simple, que corre sobre un solo riel y hacia una sola dirección. En lo que atañe a las emociones sexuales que los impulsan, sus capacidades para satisfacerse y para dar satisfacción, todos los hombres podrían haber sido confeccionados y despachados por la misma línea de montaje.
Un hombre ve a una mujer y en la mayoría de los casos, inmediatamente puede desearla. En un minuto puede llegar a tener automáticamente una erección, en dos minutos puede experimentar el orgasmo, y en tres minutos puede estar profundamente dormido. Tal es el esqueleto de su carácter sexual. Los hombres varían, por supuesto, pero sus variaciones son leves, y sólo se producen las que puede esperarse que se produzcan. Por consiguiente, hay poco que decir sobre la conducta sexual del hombre normal.
Es cierto, que como la mujer, casi toda zona del cuerpo masculino, un contacto con el de su pareja, inducirá el deseo. Específicamente, responden al contacto oral, el cuello, la boca, el pecho, la cintura, las ingles, los genitales y la cara interior de ambos muslos, aunque para todos los fines prácticos tiene solamente dos, la boca y el pene.
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