Todos los seres vivos se reproducen. La reproducción es uno de los rasgos que distingue a los seres vivos de los seres inertes. Pero, aunque que el sistema reproductor es fundamental para mantener viva a una especie, a diferencia de otros sistemas corporales, no es fundamental para mantener vivo al individuo.
En el proceso reproductor humano, participan dos tipos de células sexuales, o gametos. El gameto masculino, o espermatozoide, y el gameto femenino, u ovocito, entran en contacto en el sistema reproductor femenino y se funden entre sí engendrando un nuevo ser. Tanto el sistema reproductor femenino como el masculino son necesarios para la reproducción. La mujer necesita a un hombre para fecundar el ovocito, a pesar de que es ella quien llevará al hijo en su interior a lo largo de todo el embarazo y quien se encargará de traerlo al mundo mediante el parto.
Los seres humanos, al igual que otros organismos, transmiten ciertas características de sí mismos a la siguiente generación a través de sus genes, estructuras especializadas en transmitir los rasgos humanos. Los genes que los padres trasmiten a sus hijos son los que determinan que estos últimos se parezcan a otros miembros de su familia, pero también son los que hacen único a cada ser humano. Esos genes proceden del espermatozoide del padre y del ovocito de la madre, producidos por los sistemas reproductores masculino y femenino, respectivamente.
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