Desde Onán (personaje bíblico que para no darle descendencia a su cuñada se retiraba antes del acto sexual y lo concluía manualmente) hasta la actualidad, el sexo sin fines reproductivos esta teñido de un manto culposo. Lentamente la aceptación del placer por el placer en sí mismo, y no mirando exclusivamente a la procreación, ha ganado terreno y ha sido, incluso, avalado clínicamente debido a sus beneficios psicosexuales y corporales.
La práctica masturbatoria se ha incorporado al encuentro sexual en pareja, ya no como forma contraria al coito, sino como complementaria. Es un juego muy erótico que, a su vez, ayuda a perder el miedo y la vergüenza a ser observados, favorece al conocimiento y la confianza mutua.
Para incorporar el petting –las caricias proporcionadas en pareja– se puede comenzar con una luz tenue, semivestidos y un lubricante para aumentar las sensaciones. A medida que se van tocando- y desvistiendo- es conveniente que aumente la comunicación verbal entre ambos, para que el otro sepa los gustos y preferencias del compañero.
Hay algunos factores para tener en cuenta:
* La estimulación simultánea: la masturbación puede practicarse mutuamente entre los integrantes de la pareja, y no solamente por turnos.
* Punto Justo: conocer el cuerpo de tu pareja, sus genitales, sus zonas erógenas es una exploración sumamente excitante. Que él toque, bese, acaricie y frote clítoris y senos y que ella haga lo mismo con los testículos, el perineo y el pene.
* Mirar y dejarse mirar: parte del desafío es derribar las barreras de la vergüenza y entregarse a la excitación que provoca ver al compañero gozando. Una especie de voyeurismo que traerá satisfacción sexual para ambos.
* Buscar poses nuevas: encontrar las posturas más cómodas y sensuales para tocarse mutuamente es parte del juego del descubrimiento en pareja.
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