Conocida anteriormente como frigidez, la anafrodisia es la falta continua u ocasional del deseo sexual, tanto en hombres como en mujeres, con lo que las relaciones sexuales dejan de
existir o disminuyen considerablemente. Cabe distinguirla claramente de
la anorgasmia, en la que sí se produce excitación de forma normal pero
no se llega al clímax.
La anafrodisia es un problema de difícil tratamiento, ya que no existe una causa física aparente. Hasta hace poco tiempo el problema se atribuía exclusivamente a trastornos psicológicos, pero en los últimos años se relaciona también en el varón con un descenso de la testosterona, la hormona que regula el deseo sexual y otras alteraciones hormonales.
La anafrodisia puede existir de forma ocasional o desde siempre, pero es importante destacar que en ocasiones este problema puede solucionarse con la ayuda de un médico o un psicoterapeuta y que se han desarrollado fármacos que pueden ayudar. Por otra parte, en el caso de una anafrodisia que provenga de actos sexuales insatisfactorios, el tratamiento debe buscar la solución en la pareja.
La ausencia primaria del deseo sexual, sobre todo en el hombre, es extraordinariamente rara, pero se da. Lo que sí es más común son las anafrodisias originadas por enfermedades psíquicas o físicas, tóxicos, vejez, etc. Por lo que se refiere a las mujeres, la mayor parte de los casos de anafrodisia son en realidad consecuencia de hechos culturales o sociales que la han influido en ella negativamente durante toda su vida.
Los miedos al éxito, al placer, al amor, al coito y a la intimidad por conflictos profundos de la personalidad suelen ser causas psíquicas habituales de disminución del deseo sexual. Los recuerdos de experiencias pasadas desagradables y los pensamientos negativos sobre uno mismo (baja autoestima) también pueden promover sentimientos antisexuales. El estrés, una verdadera epidemia de nuestro tiempo, a veces pasa factura disminuyendo el deseo sexual.
La anafrodisia es un problema de difícil tratamiento, ya que no existe una causa física aparente. Hasta hace poco tiempo el problema se atribuía exclusivamente a trastornos psicológicos, pero en los últimos años se relaciona también en el varón con un descenso de la testosterona, la hormona que regula el deseo sexual y otras alteraciones hormonales.
La anafrodisia puede existir de forma ocasional o desde siempre, pero es importante destacar que en ocasiones este problema puede solucionarse con la ayuda de un médico o un psicoterapeuta y que se han desarrollado fármacos que pueden ayudar. Por otra parte, en el caso de una anafrodisia que provenga de actos sexuales insatisfactorios, el tratamiento debe buscar la solución en la pareja.
La ausencia primaria del deseo sexual, sobre todo en el hombre, es extraordinariamente rara, pero se da. Lo que sí es más común son las anafrodisias originadas por enfermedades psíquicas o físicas, tóxicos, vejez, etc. Por lo que se refiere a las mujeres, la mayor parte de los casos de anafrodisia son en realidad consecuencia de hechos culturales o sociales que la han influido en ella negativamente durante toda su vida.
Los miedos al éxito, al placer, al amor, al coito y a la intimidad por conflictos profundos de la personalidad suelen ser causas psíquicas habituales de disminución del deseo sexual. Los recuerdos de experiencias pasadas desagradables y los pensamientos negativos sobre uno mismo (baja autoestima) también pueden promover sentimientos antisexuales. El estrés, una verdadera epidemia de nuestro tiempo, a veces pasa factura disminuyendo el deseo sexual.
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