El trigésimo presidente de los Estados Unidos, Calvin Coolidge y su esposa Grace ilustran una curiosa anécdota que dio nombre a este patrón de comportamiento sexual. El “efecto Coolidge” expone la respuesta y el comportamiento de un mamífero ante sus relaciones sexuales con una o varias parejas sexuales en las que el periodo refractario, esto es, el tiempo que se necesita para recuperarse entre una y otra práctica sexual tras la eyaculación, puede aumentar o disminuir dependiendo de si va a practicar sexo con la misma pareja o con una nueva.
Lo que determina este patrón descrito en psicología y biología es que el tiempo de recuperación es mucho menor cuando el acto sexual va a realizarse con una nueva pareja y mucho mayor si se repite con la misma.
La explicación biológica se debe a que, ante la posibilidad de una nueva relación sexual -con una pareja distinta-, los niveles de dopamina se incrementan, condicionándonos o preparándonos para estar más activos de lo habitual, lo que redunda en un periodo refractario insignificante o nulo de cara al sexo. Por el contrario, ante una relación sexual con la misma pareja, el sistema límbico que gestiona respuestas fisiológicas ante estímulos emocionales, no reacciona tan rápidamente, haciéndose necesario un tiempo de recuperación –de mayor o menor duración-.
En los animales este comportamiento es más que frecuente (a pesar de que el ser humano se haya inclinado socialmente hacia la monogamia), donde una rata macho, por ejemplo, prefiere copular con dos hembras diferentes que dos veces con la misma.
Como terapeutas de pareja entendemos a la perfección este fenómeno o efecto. Valdría incluir que sucede con la respuesta biológica y social de la mujer, que suele estar en desacuerdo con la masculina, pero que en última instancia, no es imposible negociar si los miembros de la relación hacen uso de la flexibilidad y el entendimiento.
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