Algunos tienen que ver con momentos traumáticos concretos o relaciones tóxicas que destruyen la seguridad en uno mismo y minan la autoestima. Otros se derivan de factores físicos (defectos, tamaño de ciertas partes implicadas…) y problemas de aceptación del propio cuerpo. Pero la mayoría de estas inseguridades de índole sexual son culturales, debido a que muchas personas asumen que la sociedad les exige un determinado rendimiento en la cama, lo que produce una gran presión psicológica que lleva a desarrollar un complejo.
Entre los hombres, los complejos más habituales tienen que ver con el miedo a no poder alcanzar una erección –el temido gatillazo– y la inseguridad respecto al tamaño del pene. Entre las mujeres, algunos complejos tienen que ver con el aspecto físico –estar gorda–, otros con el atractivo erótico–pechos pequeños– y otros con la destreza en el desempeño sexual –miedo a que el compañero piense que es sosa en la cama– o con la incapacidad de llegar al orgasmo.
El principal problema de sufrir alguno de estos traumas es que la inseguridad lleva a la auotobservación obsesiva. En lugar de dejarse llevar tranquilamente y disfrutar del sexo, uno se dedica a verse desde fuera y eso hace perder fluidez y relajación en las relaciones.
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