La próstata es una glándula masculina situada debajo de la vejiga que recubre la uretra (conducto que comunica la vejiga con el exterior). Tiene el tamaño aproximado de una almendra, produce gran parte del líquido que se expulsa con la eyaculación y por ella circula la orina y el semen.
La próstata se contrae durante el orgasmo y durante la eyaculación descarga en la uretra el líquido prostático que se vierte al exterior junto con los espermatozoides producidos en los testículos y otros fluidos procedentes de distintas glándulas. Este órgano no juega ningún papel en el mecanismo de la erección del pene, pero tiene relación directa con los nervios implicados en ella.
A partir de los 40 años, el hombre puede tener problemas prostáticos; a los 50 años más de la mitad presentan síntomas y por encima de los 80 años afectan al 90%. La causa más frecuente de estos problemas es el adenoma de próstata, también conocida como hipertrofia benigna de próstata o tumor benigno, que provoca agrandamiento de dicho órgano y dificultad para orinar, a menudo muy severa. Se cree que su origen está relacionado con las hormonas masculinas (andrógenos), en concreto con la testosterona. En determinados ambientes (gimnasios, competiciones deportivas, etc.) a veces se aconseja, sin conocer las consecuencias, la toma de andrógenos orales o con inyectables. A menudo, los médicos o farmacéuticos reciben presión para su prescripción y dispensa. Los riesgos que comporta el uso reiterado de andrógenos sin el debido control médico son elevados porque pueden provocar aumento de la presión arterial, disminución de la producción de espermatozoides y favorecen que un adenoma de próstata oculto aumente de tamaño e incluso que surja un cáncer de próstata.
La aparición del tumor no guarda relación con la frecuencia sexual que un hombre haya tenido a lo largo de su vida, mucha o poca, y su presencia tampoco condiciona la actividad sexual, aunque es posible que las molestias que provoca (dolor o dificultad al orinar), disuadan de cualquier intento sexual. No obstante, la capacidad eréctil no se ve directamente afectada por el agrandamiento de la próstata.
El cáncer de próstata es el tercer tumor por orden de frecuencia en el hombre después del cáncer de pulmón y del de colon-recto (Ministerio de Sanidad, periodo 1997-2000) y suele aparecer después de los 50 años. Se puede diagnosticar con precocidad mediante la realización de pruebas analíticas (determinación del PSA o antígeno prostático específico) y del tacto rectal.
El tratamiento de los trastornos prostáticos suele repercutir en la función sexual. Por ello es muy recomendable, antes de comenzar, informarse, primero con el médico de familia y después con el urólogo. Es frecuente utilizar fármacos con efecto bloqueador de las hormonas sexuales masculinas, antiandrógenos, que pueden provocar una marcada disminución de la libido y disfunción eréctil, que una vez reconocidos y cuando la salud lo permita, pueden ser tratados por un sexólogo para recuperar lo perdido.
En los adenomas (tumores) severos que obstruyen el conducto urinario y no responden al tratamiento médico, y en los cánceres de próstata puede ser necesaria la cirugía. Ésta puede tener como secuela una disfunción eréctil, lo que depende en esencia del tipo de intervención realizada. Si consiste en la extirpación radical de la próstata (prostatectomía total) que se suele realizar ante un cáncer generalmente muy avanzado, la sección de los nervios pudendos responsables de la erección provoca una disfunción eréctil prácticamente segura. Si por el contrario, como suele ser cada vez más habitual, se realiza una resección parcial, ya sea vía abdominal o a través de la uretra, el riesgo de impotencia tras la intervención es mínimo. De ahí la importancia de estar bien informado por el urólogo sobre el tipo de cirugía a realizar así como de la conveniencia de una u otra.
Después de cualquier intervención quirúrgica sobre la zona genital es frecuente que se produzca un fuerte impacto psicológico y ello puede acarrear trastornos sexuales de causa emocional como problemas de deseo, disfunción eréctil o insatisfacción sexual.
En ocasiones, con la toma de algunos medicamentos, en pacientes con diabetes y operados de próstata se produce eyaculación retrógrada, denominada así porque durante la eyaculación, el semen pasa a la vejiga en lugar de salir por la uretra; en el momento del orgasmo no se expulsa semen al exterior y se elimina después con la orina. Si la eyaculación retrógrada es debida a medicamentos, su suspensión suele restaurar la eyaculación normal, pero si es causada por cirugía prostática o diabetes no se suele corregir. La sensación de experimentar un "orgasmo seco" provoca con frecuencia un fuerte impacto psicológico tanto en el hombre como en su pareja. Tan inesperado proceso suele generar pensamientos negativos acerca de la capacidad sexual e inducir trastornos severos. Es importante saber que su origen está en una anomalía en el cierre del cuello vesical y no representa disfunción sexual alguna, por lo que no debe ser motivo para abandonar unas relaciones sexuales que resultaban satisfactorias.
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