
Pero, en general, la disforia poscoital es un sentimiento habitual en todos los seres humanos, por causas psicológicas y biológicas. Entre las primeras, está la que el psiquiatra británico Anthony Stone denomina pérdida de sentido: todas las conversaciones, miradas, insinuaciones y roces previas al intercambio sexual van encaminadas a un fin: conseguir copular. Una vez alcanzado el clímax, el objetivo central se pierde.
Por eso es tan importante durante el after, sentir confianza y cariño con el compañero de cama. Después del orgasmo, la relación debe encontrar otro sentido. En cuanto a las razones físicas de la disforia, el psiquiatra Richard Friedman cree que la amígdala –la parte del cerebro que regula la ansiedad y el desasosiego– deja de funcionar durante la cópula. Cuando esta acaba, vuelve a recordarnos que los problemas siguen ahí. La disforia poscoital sería, para Friedman, un efecto secundario de la vuelta a la realidad biológica natural después del maravilloso impasse que supone el sexo.
Este es un tipo de sentimiento similar al pasar el último examen. Un sentimiento de vacío.
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